Brunella Piccionello: "Lo más difícil ha sido vivir con la ausencia de los abrazos de la gente que amo..."
Brunella vivió los primeros 10 años de su vida en Caracas, la capital venezolana, y después se mudó a Cagua, en el Estado Aragua. Vivía con su mamá y su abuela. Es licenciada en periodismo de la Universidad Arturo Michelena e hizo un master en ciencias gerenciales. Antes de dejar el país, ella trabajaba como líder digital en Stanhome, una empresa dedicada a vender productos del cuidado del hogar y productos de cosmética.
“Para entrar en contexto y que así entiendan mi historia, es importante comentar que yo viví siempre con mi mamá y mi abuela… Mi mamá murió de cáncer de pulmón cuando yo tenía 21 años, estaba en el penúltimo semestre de mi carrera. Dos años después murió mi abuela, y me quedé sola viviendo en esa casa. No fue fácil, y creo que después de que logras superar eso, puedes con cualquier cosa. Esa situación me dio las herramientas que, gracias a Dios, hoy en día no me han hecho desistir en mi camino”.
El hecho de la muerte de su mamá y el de emigrar, tienen mucha relación también. Porque hoy en día, se escuchan historias de profesionales venezolanos que están haciendo cualquier tipo de trabajo en el lugar al que se van porque el inmigrante tiene que pasar por pruebas muy difíciles hasta adaptarse: una de ellas es dejar el quién eras allá.
Casi en la recta final para terminar la Universidad, su madre enfermó y murió repentinamente. “Lo único en lo que yo pensaba era en que ‘sea como sea yo me tengo que graduar’, porque no contaba con algún tipo de apoyo”. Sin embargo, recibió apoyo para costear el semestre que estaba cursando. De ahí en adelante todo lo que le tocaría hacer para subsistir estaba de su propia cuenta.
“Recuerdo que en ese momento inventaba cualquier cosa para poder ganar dinero con la excusa de graduarme: hacía almuerzos y los vendía en peluquerías, hice de taxista… hice mil quinientas cosas, porque me quería graduar y pude lograrlo en el tiempo que tenía estipulado… Entonces por eso considero que todo es un antecedente para todo el tema de la migración”.
Luego de graduarse, Brunella tuvo la oportunidad de trabajar en radio, televisión, y en grandes agencias publicitarias en Venezuela, y para el momento de irse, no cabía la posibilidad de que le estaba yendo mal. “Yo sabía que la situación del país venía deteriorándose, peor a mí me iba super bien… Tenía un buen trabajo, amigos, independencia, iba de fiesta, tenía mi propio carro, y era totalmente feliz en Venezuela”. Pero algo le decía que las cosas podían ir mal, porque ella veía los números de la empresa en la que trabajaba y observaba que cada vez la situación económica iba en picada. Fue en ese momento en que le tocaría tomar una decisión importante para su futuro.
Una vez hablando con una persona con mucha experiencia en negocios, le preguntó qué podía hacer un joven de su edad en Venezuela en ese momento. A lo que le contestó que había dos opciones: una era emprender un negocio o proyecto propio y la segunda opción era irse del país, porque, lamentablemente, estar en Venezuela y vivir con un solo sueldo no era una manera de proyectarse en un futuro.
“Fue ahí cuando decidí tomar ambas decisiones, o mejor dicho, que una decisión se juntara con la otra… Recuerdo que en esos días tuve una pielonefritis y estuve hospitalizada por 15 días. Estaba muy aburrida en la clínica y me puse a dibujar -dibujar es algo que me gusta, es un hobbies que hago por placer- y me pregunté ‘¿de qué manera puedo convertir esto que me gusta hacer en un negocio o un emprendimiento y cómo me puede ayudar?’.
Casualmente, yo no emigré 'emigrando', sino pensando en que me iba un tiempo y luego volvería a Venezuela.
Decidí comenzar un proyecto -actualmente está pausado por otras razones- llamado ‘Bru Ilustra’, que espero que en un futuro sea mi sustento de vida… Cuadernos, mensajes, y todo a través de mis ilustraciones y de mi manera de ver la vida. En ese momento no tenía cómo hacer mi primer producto (serían libretas), así que fui a pedir un crédito en el banco. Según mis planes, pediría el crédito en el banco, haría 500 ejemplares artesanales, porque las hice todas con mis manos, y las vendería. Lo que ganaría de eso, lo utilizaría para comprar un pasaje e irme, y ya desde afuera sería mucho más fácil pagar ese crédito”.
Paralelo a esta idea quizás ‘abstracta’, Brunella seguía con otros proyectos. Estaba un día con una amiga en un evento vendiendo cosas, tenían sus maletas con todas sus pertenencias dentro del carro. Lo que sucedió fue que les rompieron los vidrios del carro y se llevaron todo. Brunella se quedó sin documentos de ningún tipo.
Le contó lo que pasó a su hermano, y él, desde Italia, le insistió que se fuera para Sicilia con su familia… “Yo no iba a dejar mi trabajo para venir a hacer nada, entonces mi hermanito encontró una manera de manipularme y me dijo que consiguió un trabajo para mí. Y en ese momento el plan me pareció perfecto: ‘Invierto, con el dinero compro el boleto, luego pago el crédito, voy a ver a mi familia’ - que era mi principal motivación porque tenía 16 años sin ver a mi papá y muchos más sin ver a mi hermano - tenía esa necesidad de encontrarme con los míos, porque es una parte de mi origen que siempre me ha faltado, o mejor dicho, me faltó”.
Brunella pasó alrededor de 7 meses preparando su proyecto personal de las ilustraciones. “Creo que si hay algún secreto, es el de la hormiguita… que es la constancia de todos los días intentarlo”. Hizo 500 libretas y logró promocionarlas en diferentes tiendas de Caracas, Barquisimeto, Mérida, Maracay, vía online también. En fin… Logró venderlas y consiguió el dinero con el que ella contaba para el boleto de ida hacia Italia. Se fue con la idea de trabajar durante todo el verano allá, para reunir dinero y luego volver a Venezuela a seguir con su proyecto de Bru Ilustra.
“Y dije adiós a StanHome con el corazón arrugado, porque era una empresa que yo amaba… y dije ‘bueno, me lanzo esta aventura’ porque yo en ese momento tenía 28 años y pensé que si no era en ese momento no sabía cuándo sería que iba a hacerlo… Para ese entonces yo tenía 6 años con mi novio y me despedí de él como si fuera un viaje momentáneo… Él lo entendía porque sabía que me iba a estar con mi familia. También tenía 4 perritos que dependían de mi. Por eso mi plan era un viaje de 6 meses para luego regresar y decidir si nos iríamos a otro lugar o quién sabe…”
En ningún momento Brunella pensó en irse a vivir a Italia ni continuar su vida allá… Incluso jamás meditó el hecho de que tendría que aprender un nuevo idioma. “Fue un poco visceral la decisión, pero así tuvo que ser”.
“¿Decir cómo fue dejar mi país? Bueno, creo que, primero, mi gran error fue no irme con la mentalidad de emigrar. Y segundo, yo soy una persona súper distraída (hoy en día creo que he crecido mucho en ese aspecto) Pero yo estaba tan nerviosa por el miedo a viajar sola y por perderme en las escalas entre vuelos (Caracas-Madrid-Roma-Catania) que ni siquiera logré entender lo que estaba sucediendo ese día. Ni pasar por la puerta de mi casa por última vez… Nada. Es un recuerdo que el día de hoy reconstruyo en mi mente y me digo a mi misma ‘qué terrible fue despedirme de los míos’”.
Llegó a Sicilia a vivir con su papá y con María Pía, que hoy en día siente que es su segunda mamá. “Puedo decir que siempre me sentí en casa”. Brunella jamás sintió que ella era un estorbo en ese lugar, ni se sintió mal. Sin embargo, a nivel cultural, si sintió un choque, porque no era lo mismo que tener a sus amigos de Venezuela, además de que ella era una persona impaciente que quería todo para “ya”, y entender que todo es un proceso de adaptación no fue fácil para ella porque además, extrañaba cada vez más todo lo que dejó en su país. “Al principio era sentirme fuera de lugar, saber que entendía medianamente porque los idiomas se parecen, pero no del todo y por eso comunicarme era muy complicado. Lo que podía hacer y decir en inglés, lo hacía, pero yo soy una persona que habla muchísimo”.
“Muy linda Sicilia, pero yo estaba desesperada por trabajar porque aunque la estaba pasando bien, para eso es que fui”. Al mes de llegar, comenzó a trabajar en una agencia de fotografía, como asistente de los fotógrafos principales. Era una pareja, dueños de la agencia, que se dedicaban a la fotografía de bodas. Profesionalmente, Brunella aprendió mucho porque tenían una forma de trabajar muy artística, pero como personas “dejaban mucho que desear”, y tenía un compañero con el que no se llevaba muy bien.
“Fue un trabajo de verano que hice durante 6 meses… Recuerdo que un día teníamos que ir a una boda por trabajo, pero mi papá había usado el carro y tardó un poco más de lo esperado en volver… Me atrasé por 10 minutos para llegar al lugar. Pero bueno, fuimos, y estuvimos todo el día trabajando -solo le pagaban 50€ por el día, sin importar las horas que hacía, ni el trabajo que desempeñaba, porque no solo tomaba las fotos, sino que también cargaba con todos los equipos y materiales que necesitaban, era un trabajo agotador-. Después de 14 horas de trabajo, me llevaron a casa de mi hermano a las 4am y se desquitaron gritándome de todo en siciliano; por lo que entendí vagamente, me dijeron que yo tenía que entender que era una inmigrante, que tenía que agradecer lo que me estaban dando, que no podía pretender con menos de 4 años en el país llegar a tener un sueldo mayor a 1000€, que a otra en mi posición, solo por haber llegado tarde, ya la hubiesen despedido… Y en ese momento sentí que yo tenía una vida en Venezuela y la había perdido, me sentía tan mal que a las 4 de la mañana solté mi dignidad y me puse a llorar. Fue el día en que me sentí más humillada como inmigrante, por esas personas que me dijeron de esa manera que a mi todavía me tocaba camino por recorrer y no podía esperar tener más”.
Con este trabajo de la agencia de fotografía solo ocupada tres o cuatro días a la semana y del resto, Brunella estaba libre. Esto le desesperaba porque ella tenía la responsabilidad de enviar dinero a Venezuela y porque. además, no sentía que estaba ocupando su tiempo de la mejor manera “algo tengo que hacer…” -decía-. Una chica que conoció le ofreció entonces limpiar casas de turistas junto con ella y así podría cobrar por hora. María Pía al comienzo estuvo en contra porque le decía que cómo ella iba a hacer eso si no le faltaba nada, “en realidad, a mi nunca me faltó nada en la casa, pero tenía la necesidad de hacer algo que no fuera estar en la casa”. A pesar de esto, y de que su papá nunca se enteró de que ella estuvo trabajando en eso, Brunella iba con la chica y limpiaban las casas de los turistas.
“Una anécdota muy especial fue de un día que estaba limpiando (en Venezuela yo trabajé para StanHome, que pertenece a un grupo de empresas francés: Rocher) y en un baño me encontré un producto Yves Rocher (de ese mismo grupo de empresas), y me puse a llorar porque recordé que yo dejé todo en mi país y que yo trabajaba en el lugar donde se hacían productos como ese pero ese día yo estaba, a mis 28 años, en un baño limpiando con ese mismo producto… Ya sabrás porqué fue tan especial ese momento… Seguí trabajando con esta chica hasta que se acabó el verano y ya me tocaba estabilizarme un poco más”.
Cuando Brunella llegó a Italia recalca que solo sabía decir ‘pizza’ y ‘pasta’ y era un hecho que tenía que aprender italiano. Fue al Comune (el ayuntamiento-alcaldía) y los cursos que tenían eran muy costosos, pero le ofrecieron una opción que era como hacer un bachillerato gratuito y vería matemáticas, geografía, italiano, tal cual como un colegio. “Hay un libro de Carlos Saúl que se llama ‘No es cuestión de leche. Es cuestión de actitud’ en el que llama mucho a colación a través de la frase ‘esto es lo que hay’ entonces yo pensé en ese libro y lo apliqué en casos como este. Estuve 7 meses estudiando, ¡tengo mi título italiano de terza media!”
El ambiente fue muy ‘chévere’ porque con ella estudiaron muchos extranjeros de África, un chico de Senegal, un brasileño, un chica ucraina, y más… Todos habían ido a parar al mismo lugar porque era la opción gratuita que podían aprovechar para tener el italiano. Junto con ese medio, y María Pía que le hablaba en italiano y Brunella contestaba en español, fueron las primeras fuentes para aprender el idioma. Fue otra etapa en el camino.
A través de un amigo de su hermano, le ofrecieron formar parte del equipo de una agencia de publicidad. “Me llamaron como diseñadora gráfica, yo soy periodista, pero fui profesora en una universidad donde enseñaban diseño, y aprendí -con mucho respeto hacia los diseñadores- a diseñar de una manera menos profesional que ellos, pero con un nivel como para ejercerlo”. Trabajó 4 meses en esa agencia, y nunca le hablaron de sueldo. La tenían de prueba un mes, dos meses, y así, sin recibir remuneración. Cuando ella buscó hablar con las personas para saber si la contratarían y cuál sería el final de ese período de prueba le dijeron que la agencia no estaba pasando por su mejor momento y que no podían contratarla, le dieron solo 400€ y la enviaron a su casa. “Evidentemente me sentí como una porquería porque estaba haciendo lo que quería pero, una vez más, sentía que lo había vuelto a perder todo después de ganar algo”. Ya era invierno y lo que cobró en la agencia, lo invirtió en telas para volver a comenzar con su proyecto de Bru Ilustra en Italia. Hizo cuadros, cojines, y más productos con la ayuda de su hermano, incluso tuvo la oportunidad de hacerse presente en un centro comercial muy concurrido en Ragusa. “No vendí ni un producto, porque no es un mercado muy buscado en ese lugar, la gente opta más por lo económico que por pagar el valor de algo artesanal”. Dejó este proyecto y fue a entregar currículum en cualquier lugar… Al día siguiente recibió una llamada.
Comenzó a trabajar en un negocio chino en el que vendían ‘de todo’ -parecía Makro- “El cuento aquí es que por mi nombre, mucha gente me llama ‘Bru’, pero para los chinos yo era ‘Blu’, y para todo me llamaban así, era bastante chistoso”. Ganaba 400€, trabajando 10 horas al día y 6 días a la semana. El trabajo era súper fuerte pero para ella el peor pecado es quedarse en la casa sin hacer nada, así que lo hizo: trabajó 2 meses ahí. Un día le tocó arreglar 200 cajas de zapatos (Brunella sufre de escoliosis) y al terminar el dolor era tan fuerte que llegó llorando a su casa, tomó muchos medicamentos y por el nivel de contractura muscular que tenía, María Pía le inyectó otro medicamento… Acabó yendo a la clínica porque los medicamentos le causaron una gastritis y nuevamente, utilizando el dinero que había ganado, tuvo que usarlo para pagar la fisioterapia para su columna. “Después de eso obviamente tuve que renunciar, y otra vez perdí el único trabajo que tenía”. Estamos ahora en enero de 2017, no había pasado ni siquiera un año de haberse ido.
Su hermano Alex es amigo del dueño de un McDonald’s, y a raíz de eso le ofrecieron trabajo a Brunella. “Para los venezolanos trabajar en McDonald’s no es un trabajo al que alguien pueda aspirar, pero la diferencia cultural es tan grande que en Italia es un trabajo normal, respetado y en el que puedes tener un buen sueldo… Yo comencé y era la responsable de las papas fritas, aprendí a hacerlas y me quedaban muy buenas”.
“A pesar de que es muy lindo Ragusa, desde que llegué no sentí que me iba a quedar en ese lugar, hay cosas a las que no estoy acostumbrada a nivel laboral, porque no se adaptaba a mis expectativas o al progreso que yo quería. Pensé en irme a España o a otra parte de Italia.
Un chico venezolano que tiene un negocio de arepas me propuso que trabajara con él en ferias porque tiene un foodtruck también de arepas, quería que le ayudara en la cocina, condujera el camión y fuera con él a distintas partes de Italia. Con esto ganaría un poco más de 1000€, que en Ragusa parecía imposible de conseguir… Yo no tenía la licencia de conducir y tampoco tenía dinero para pagar una autoescuela, pero comencé a estudiar por mi parte y lo que ganaba en el McDonald’s lo ahorré para pagar el trámite de obtenerla, cuando se acabó mi contrato en el McDonald’s, hablé con el venezolano, porque me había asegurado que la oferta seguía en pie, y me dijo que ya las cosas habían cambiado y no podía ofrecerme ese sueldo.
De todas las depresiones, esta fue la que me pegó más… Sobre todo porque yo había trabajado muy duro para poder lograrlo porque quería irme”. Después de todo lo que pasó parece que su destino era quedarse en Ragusa…
Dos días después de aquella mala noticia, Brunella vio, en Instagram, un post de Yves Rocher Italia, y decidió enviar su currículum a la empresa. Reformuló su documento y aplicó al tarea de Marketing Digital. Y al día siguiente recibió la llamada de una chica, llamada igual que su mamá -Verónica- Le ofrecieron ir a Milano para una entrevista “dije ‘siii, clarooo’ y colgué el teléfono, le dije a mi hermano y a María Pía que tenía que irme, pero resulta que un pasaje cuesta 350€ que yo no tenía porque mis ahorros del último empleo eran 150€”. Averiguó entonces el precio para ir en autobús hasta Milano, y salía exactamente en 150€; se fue con eso y aun poco más de dinero que le dio su hermano
“Hice primero 23 horas en autobús para ir a la entrevista. Estaba muy nerviosa cuando llegué a la empresa, me entrevistó la que sería mi jefa, y me dijeron que alguien más me quería conocer. Era el Director General porque habían pedido referencias mías en Barcelona, España a una chica que trabajó conmigo y hoy en día es la Directora Digital de StanHome International, ella les habló muy bien de mi y por eso es que querían conocerme… Al terminar les pedí si podían darme un estimado de tiempo para darme una respuesta y me dieron una semana…
Cuando iba caminando hacia la salida en el estacionamiento, recibí una llamada, eran de RRHH en Yves Rocher, diciéndome que había quedado seleccionada, y obviamente me puse a llorar de la emoción”.
Como no contaba con suficiente dinero para hacer la mudanza, Brunella recibió ayuda por parte de muchas personas nuevamente. En 15 días volvió a Milan para comenzar a trabajar en la empresa. Actualmente sigue trabajando ahí, en el área digital.
El cuento es largo porque para ella fue su sueño hecho realidad: poder formar parte, otra vez, del grupo empresarial que dejó en Venezuela y poder ser una representación de su país en la empresa.
“De toda esa experiencia puedo decir que mientras más trabajes y más estudies, debes poder ser capaz de hacer cosas básicas y más, si eres un Magister no quiere decir que no puedas cargarte de lo simple, sino que sabes freír papas fritas y mucho más… Todo trabajo dignifica y lo único que no dignifica es quedarse sin hacer nada; lo que tú hagas no define quién eres, simplemente describe lo que tú haces. Lo que eres debe prevalecer por encima siempre de lo que haces, y eso es importante porque todo el proceso de adaptación en un nuevo país te baja el autoestima en numerosas oportunidades, otra cosa esencial es el apoyo que recibas por parte de tus amigos y tu familia.
Yo vi todo como un videojuego en el que tenía que ir superando los niveles; actualmente son retos -no es que todo sea color de rosas- y creo que es posible un día estar en la cima y otro día estar abajo, por eso no debes olvidar de donde vienes, debes estar preparado para todo.
¿Qué extraño de Venezuela? Si mi país fuera el mismo de hace 5 años yo solo tardaría en volver lo que me tome empacar mis cosas. He aprendido a valorar cosas que antes no valoraba y he notado que tenemos cosas que nos hacen irremplazables”.
Una vez en el trabajo, “donde la gente puede ser peculiar a veces”, le preguntaron que cómo ella era tan feliz solo con una bicicleta -“me acordé que una vez Venezuela fue el país más feliz del mundo”- y dijo ‘si estoy viva ¿porqué no voy a ser feliz?’… A lo mejor también es porque nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde… Una fórmula que a Brunella le funciono está resumida en dos cosas: querer algo con todas tus fuerzas, y la segunda es jamás quedarte en la casa viendo la TV, siempre estar en movimiento y apuntando en dirección del éxito que quieres conseguir.
“Lo más difícil ha sido vivir con la ausencia de los abrazos de la gente que amo. Me he acostumbrado a vivir sin eso y me siento extraña cuando alguien me abraza, y eso es triste. Creo que todas las personas, donde estemos, tenemos que sentirnos orgullosos de ser venezolanos y construir ese orgullo con nuestro trabajo”.
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