Diego Camino: “Mi vida tiene un antes y un después de..."
Antes de salir del país tenía una vida muy cómoda en Venezuela, vivía con sus padres y finalizó el colegio allá también. Realmente Diego tenía un apego muy intenso con Venezuela, porque no solo vivió en Caracas, sino que también tuvo la oportunidad de pasar dos años viviendo en Puerto La Cruz y un año en Valencia, capital del estado Carabobo. Casi todos los cumpleaños los solía pasar en la Isla de Margarita. Para él no existía un verano que no fuera en Margarita. A su familia le encantaba ir y sobre todo, les encantaba viajar por Venezuela. Visitó numerosas veces Mérida. La Gran Sabana, La Isla La Tortuga, Mochima, etc.
Casi toda su familia vivía en Venezuela… Solían reunirse no solo en las fechas importantes, sino para las típicas reuniones o comidas los fines de semana. Siempre nos veíamos todos, hasta que eventualmente se fueron yendo poco a poco.
"En mi familia somos mi mamá, mi papá, mi hermano mayor y yo. El primero que se marchó fui yo”. Diego se fue para Inglaterra a estudiar inglés, en Cambridge. Luego volvió para continuar sus estudios en la Universidad Católica Andrés Bello. Aunque su sueño era graduarse siendo un ucabista, y le encantaba su universidad, en comparación con las facilidades y recursos que le ofrecían al estudiar en el exterior, las oportunidades al estar en la Católica se quedaban escasas, como de golpe. En ese instante fue en el que él comenzó a meditar la idea de irse de Venezuela.
La situación era la siguiente: Diego vivía en Manzanares, la Universidad Católica está ubicada en Montalbán. Tenía que levantarse muy temprano (5am) para llegar hasta allá. “Muchas veces me tocó dormir en el estacionamiento de la Universidad dentro de mi carro por haber llegado una hora antes, para evitarme las colas de la autopista y en parte esto me hizo meditar las opciones de salir. Un día comencé a averiguar… Ya tenia muchos amigos que se habían ido del país, y yo quería irme para Estados Unidos para estudiar una carrera universitaria”. Comenzó a contactar con las universidades y con sus amigos que estaban en los Estados Unidos. Y contactó con uno de sus amigos más cercanos, y fue él quien lo motivó y lo ayudó a aplicar en la universidad en la que estaba estudiando él, que era la Universidad de Tampa.
“Apliqué en esa universidad y en otra… Y en Tampa me dieron una beca, aunque no era una beca completa, representaba una ayuda, no?” De todos modos, para ese entonces Diego contaba con los dólares de CADIVI (Comisión de Administración de Divisas) para pagar la universidad, que era privada y por lo tanto, era muy costosa. No solo la matrícula era costosa, sino que el coste que implicaba vivir allá también era alto. No es un secreto que vivir en EEUU siendo estudiante internacional es bastante caro. “Me aceptaron con mi beca, yo estaba súper feliz y mis papás estaban muy orgullosos… Así que comenzamos con los trámites”.
“Empezó el proceso con CADIVI, que para mí creo que han sido los 2 o 3 meses más estresantes de toda mi vida, porque entre la magnitud de la carpeta con papeles, el tipo de documentos que te pedían eran de esos que ni mis padres ni yo jamás pensamos que existían… Muchos documentos tenía que pedirlos en la Universidad de Tampa, que si para mi ya era complicado de entender, para ellos era como hablarles en un idioma de otro planeta…” Al final Diego logró terminar la carpeta y entregarla en la sede del Banco Mercantil que queda en el centro de Caracas, después (claro) de que se la devolvieran unas 4 o 5 veces porque faltaba algún detalle como por ejemplo, “que el tamaño de la numeración de las páginas no coincidía con el tamaño que ellos exigían, y cosas de ese tipo que te hacen pensar que lo que quieren en realidad es no ayudarte”.
Diego había estudiado un año en la Universidad Católica, pero ahora le tocaba comenzar desde cero en su nuevo destino. “Con CADIVI sin duda me iba a poder graduar ahí. Y llegó el día de irme de Venezuela, 24 de agosto… Era el día en que cumplía 20 años, me subí a un avión hacia Tampa”. Esa respuesta de aprobación por parte del mencionado CADIVI aún no había llegado para Diego y su familia.
“Llegué y apenas entré, me enamoré de la Universidad. Vivía en las residencias de la misma Uni, y mis roommates (que eran tres americanos) tenían una torta para recibirme. Nunca en mi vida había hablado con ellos y de alguna forma ellos supieron que era mi cumpleaños y me recibieron de esa forma… Fue una bienvenida bastante grata”. Ese primer semestre él decía que obviamente quería graduarse en esa Universidad, le gustaban mucho las facilidades que le daban, las clases que tomaba, el nivel académico, y el grupo de amigos que tenía.
Ese mismo año, en el mes de octubre, le dieron la respuesta de CADIVI. Lamentablemente le negaron el dinero, junto con todos los estudiantes venezolanos que estaban en esa universidad (y en muchas otras del mundo). "Justo ese semestre dejaron de dar CADIVI… Todos recibimos esa noticia negativa, muchos estaban tranquilos porque les quedaba poco tiempo de universidad y era menos grave (económicamente) que si estabas comenzando una carrera. En mi caso me tocó hablar con mis padres y ellos me pidieron que buscara alguna universidad un poco más económica, en EEUU igualmente. Pero sin que mi papá me lo hubiese pedido ya yo sabía que pagar 4 años en la Universidad de Tampa no era lo ideal pudiendo tener una opción menos complicada de costear”. Habló con su tía que vivía en California y ella le ofreció ir a un College privado para hacer el Community College, que es una opción más barata, durante 2-3 años y de ahí trasladarse a una universidad.
Aplicó para ese college y lo aceptaron, le transfirieron todos los créditos que cursó en Tampa por suerte. Y así se fue a California a vivir con su tía.
“Mi vida tiene un antes y un después de haber vivido en California. Trabajé por primera vez; tuve 3 trabajos en California: Uno era en la universidad, trabajé en una oficina donde hasta el día de hoy, sigo manteniendo contacto y le tengo muchísimo cariño a las personas que conocí ahí; el otro era en una empresa que construía máquinas para medir la presión sanguínea, dos amigos de la Uni y yo las armábamos; y trabajé en un mercado de frutas orgánicas los domingos. En California está de moda la comida orgánica y las naranjas se prestan para este tipo de ventas”. Con sus tres trabajos vivía muy cómodo, pudo ahorrar porque vivía con su tía y los gastos de vivienda no eran tan elevados como si viviera solo.
Sin embargo fue una etapa de su vida de sacrificio, por eso marco un punto de “antes y después”: Llegó a un lugar donde solo tenía 4 amigos venezolanos que, de todas formas, vivían considerablemente lejos de él. Diego estuvo en una ciudad llamada Santa Clarita, que es a 40 minutos del centro de Los Angeles (en carro), donde vivían sus amigos. Para verlos tenía que irse algunos fines de semana en tren.
“Eso me ayudo a crecer demasiado, porque salí de mi zona de confort completamente… Si quería comprarme algo lo hacía con mi dinero y sabía lo que me había costado ganármelo, me pensaba dos veces las cosas… Había sábados que no salía de fiesta por mi horario de trabajo los domingos, hubo planes que dejé de hacer porque tenía clases o tenía que trabajar… Porque con lo que me costaban las clases no era una opción suspenderlas y tuve que madurar en ese aspecto. Me gradué con un título de grado superior en contabilidad y uno de los logros más grandes que he conseguido hasta ahora fue en esa universidad. Ellos le daban una beca anual a un solo alumno: Se basan en labor social, las calificaciones y liderazgo, y me la gané yo. Entre todos los alumnos gané yo… Incluso di un discurso el día de mi graduación ante 8.000 personas de las cuales ninguna era mi familia, mi tía estaba en ese momento en Chile, mis padres estaban en Venezuela (aunque pudieron verme en un live por la computadora), y solo fueron mis amigos venezolanos más cercanos de los que vivían también en California”.
“Es uno de los días que más voy a recordar durante mi vida. Porque ese tipo de logros es lo que te hace darte cuenta de que todo el esfuerzo valió la pena, que en realidad si uno se propone algo y trabaja para eso, lo logra. Y creo que, además de todas las experiencias que tengo, ese será el mejor recuerdo que me pueda llevar de Estado Unidos”.
Diego finalmente decidió irse a Barcelona. Transferirse a una universidad americana para terminar la licenciatura era muy caro y eso implicaba graduarse con una deuda con la Universidad que él no estaba seguro de poder pagar. “Yo sabía que tenía una fecha de salida de EEUU, dependía de una visa y sabía que no pertenecía ahí por más que me guste ese país, porque el ambiente no es completamente lo mío”.
Para ese momento, su hermano ya estaba viviendo en Barcelona desde hacía 4 meses y ya que él y su familia tienen nacionalidad española, le sería más fácil comenzar de nuevo en esa ciudad. “¿Por qué no irme a Barcelona y graduarme allá, si ya tengo un título americano además?“. Volvió a hacer todos los trámites de conseguir y contactar con las universidades, que además de ser más económicas, le ofrecían un buen título universitario. Era una situación de win-win.
Después de su graduación y de esperar 3 meses en Caracas, Diego llegó a Barcelona en marzo de 2017, para buscar trabajo y aplicar en las universidades. Fueron unos meses bastante tensos porque las respuestas tardaban, y por otro lado porque no conseguía empleo a pesar de ir a infinidad de entrevistas. “Si aún no tenía un horario de clases, ni una admisión formal, yo no sabía cuál era mi disponibilidad y no sabía a qué trabajos aplicar. Estuve durante un mes en el limbo”. Al cabo de unas semanas recibió aceptación por parte de la Universitat Pompeu Fabra. Y poco tiempo después lo llamaron para comenzar a trabajar en las oficinas de Airbnb (en junio de 2017) durante las tardes y noches.
“Quizás cuando digo que estudio hasta la 1pm y trabajo desde las 3pm hasta la media noche puede sonar pesado, y sí lo es… Hay veces que tengo que faltar a clases porque el cuerpo no me da para levantarme. Pero gracias a lo que viví en California sé lo que es el esfuerzo, creo que aprendí a soportar las cargas de trabajo, y de hecho, me gusta. No me gusta perder el tiempo estando ocioso en la casa, aunque algunos días libres los pase relajándome en mi cama porque me merezco descansar… Pero me gusta estar ocupado porque siento que el tiempo perdido bien es conocimiento, dinero o ideas perdidas, y por eso me gusta mi rutina desde la primera hora de la mañana hasta tarde”.
“El venezolano en el exterior es visto de diferentes maneras según donde se encuentre. En California decir que yo soy venezolano para ellos era como algo exótico, y realmente les interesaba saber sobre mi país. En cambio, en Barcelona te encuentras con personas a las que les pareces interesante, pero a muchas otras les da igual. No me han tratado mal nunca, pero entiendo su actitud, porque aquí hay muchos más venezolanos que en California y eso quizás no les genere curiosidad, sino que les parece algo común.
Uno de mis objetivos es dejar el nombre de Venezuela en alto. La gente sabe que soy de ahí, y yo procuro que mi nacionalidad y mi país no se vean afectados por una mala reputación que yo pueda tener en algún sitio. Siempre trato de representarnos de la mejor manera como venezolanos y de cambiar malos paradigmas que puedan tener sobre nosotros. Los venezolanos somos personas de bien y personas de calidad.
He conocido gente increíble, vivo con mi hermano y me llevo muy bien con él. Eso también ha cambiado mi vida desde que llegué a Barcelona. Siento que pertenezco a este lugar y si en cada lugar que he estado he extrañado a Venezuela, creo que Barcelona ha sido el sitio en el que menos me ha hecho falta”.
Estupendo trabajo, Alejandra!!!
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